domingo, julio 13, 2008

Nuestra creencia no es una fe.


Una especie de manifiesto ateo contenido en el primer capítulo del libro Dios no es bueno, escrito por el filósofo inglés Christopher Hitchens (Debate, 2008).
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Nuestra creencia no es una fe. Nuestros principios no son una fe. No confiamos exclusivamente en la ciencia y la razón, pero desconfiamos de todo aquello que contradiga a la ciencia o atente contra la razón. Podemos discrepar en muchas cosas, pero lo que respetamos es la libre indagación, la actitud abierta y la búsqueda de las ideas por lo que valen en sí mismas [...]
No somos inmunes al reclamo de lo maravilloso, del misterio y el sobrecogimiento: tenemos la música, el arte y la literatura, y nos parece que Shakespeare, Tolstói, Schiller, Dostoievski y George Eliot plantean mejor los dilemas éticos importantes que los cuentos morales mitológicos de los libros sagrados. Es la literatura, y no las Sagradas Escrituras, la que nutre la mente y (ya que no disponemos de ninguna otra metáfora) también el alma.
No creemos en el cielo ni en el infierno, y ninguna estadística demostrará jamás que sin este tipo de lisonjas y amenazas cometemos más delitos de codicia o violencia que los creyentes [...]
Nos conformamos con vivir sólo una vez, salvo a través de nuestros hijos, a los que nos alegramos absolutamente de sentir que debemos abrir camino y dejar sitio [...] Estamos seguros de que se puede vivir una ética sin religión. Y de hecho sabemos que el reverso es cierto: que la religión ha ocasionado que innumerables personas no sólo no se comporten mejor que otras, sino que se concedan licencias para comportarse de formas que dejarían estupefacto al regente de un burdel o a un genocida [...]
No tenemos necesidad de reunirnos todos los días, ni cada siete, ni con motivo de ninguna festividad, ni para proclamar nuestra rectitud o postrarnos y regodearnos en nuestra indignidad. No necesitamos ningún sacerdote, ni ninguna jerarquía superior que custodie nuestra doctrina. Abominamos de los rituales y las ceremonias, como también abominamos de las reliquias y del culto a cualquier tipo de imágenes u objetos.
Para nosotros ningún lugar de la Tierra es o podría ser "más santo" que otro: al ostentoso acto absurdo de peregrinar a algún sitio y al brutal espanto de matar civiles en nombre de algún muro, cueva, santuario o roca sagrada podemos oponer un paseo ocioso o urgente de un lado a otro de la biblioteca, el museo o para acudir a comer con un amigo afectuoso para buscar la verdad o la belleza [...]
La religión dijo sus últimas palabras inteligibles, nobles o inspiradoras hace mucho tiempo; a partir de ese momento se convirtió en un humanismo admirable pero nebuloso. No habrá más profetas ni sabios de antiguo cuño, lo cual es la razón por la que las devociones de hoy son únicamente ecos del ayer, a veces elaborados hasta el hilarante extremo de conjurar una terrible vacuidad [...]

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