domingo, abril 21, 2013

Un profe de película


Para Angie Jasso, con gratitud.
Lo primero que me viene a la mente cuando pienso en un profesor de película (literalmente) es la imagen de John Keating en La Sociedad de los Poetas Muertos (Weir, 1989). Fuerzo mi memoria y recuerdo una muy anodina película francesa que ganó la Palma de Oro en Cannes hace unos años: Entre les murs (Cantet, 2008). No creo que cuenten el profesor que encarna Jack Black en Escuela de Rock (Linklater, 2003) y mucho menos aquél Profe de Cantinflas (Delgado, 1971).
En este contexto me ha sorprendido la película Detachment (Kaye, 2011) que presenta a Henry Barthes, un profesor sustituto (Adrien Brody) con un pasado muy tormentoso y un presente también bastante turbio. Es el retrato de un profesor humano muy alejado del hombre que hace de la docencia un apostolado y mucho más cerca de cualquier otra persona normal con problemas personales que debe dejar en el cajón cada vez que se presenta a su salón de clases.
El final es lo más desconcertante, y es muy difícil de explicar para alguien que no es profesor. En una escena entre onírica y apocalíptica, Barthes se encuentra leyendo un fragmento de La caída de la casa Usher ante un salón vacío y semi destruido. Pocos minutos antes le ha dicho a la cámara. “Estamos fallando. Estamos fallando hasta el punto en que hemos decepcionado a todos, incluidos nosotros mismos”. Las palabras de Poe con las que termina la película son muy elocuentes: “There was an iciness, a sinking, a sickening of the heart…” (“Era una sensación glacial, un abatimiento, una náusea en el corazón…”).
Hay una idea muy inquietante que subyace en la película: la guerra está perdida. La trama ocurre en una escuela que está a punto de cerrar y son recurrentes las escenas con alumnos que no muestran interés alguno por aprender y padres de familia que amenazan con demandar a la psicóloga de la escuela por no estar haciendo correctamente su trabajo. Y los profesores, ya se ha dicho, no son ningún dechado de pureza: alguno  propugna por devolver la disciplina al salón de clases y la mayoría se muestran rendidos ante la evidencia de que sus alumnos son casos perdidos. "Estos chicos necesitan otra cosa, no me necesitan a mí", dice Barthes en otro momento de la película.
Alguna vez leí de Bolaño (no recuerdo si de él o de alguno de sus personajes) que precisamente porque la batalla está perdida lo menos que podemos hacer es pelearla con dignidad. De ahí el sentido de la última escena: el profesor en el aula esgrimiendo sus armas aún a pesar de saber (o precisamente porque sabe) que su trabajo no tiene sentido alguno. 

No congenio con la tesis del director Tony Kaye (al menos no del todo) pero me ha parecido muy refrescante su perspectiva del trabajo y la vida de un profesor, descartando la facilona gazmoñería de John Keating en aras de un humano (quizá demasiado) Henry Barthes. 

2 comentarios:

La Cifra Editorial dijo...

Tengo esta película entre mis pendientes, querido Pepe. El tema me gusta porque he estado ahí, tratando de dar clase en salones de clase imposibles. Todos, maestros y alumnos, medio perdidos, metidos ahí porque no tenemos cosas más interesantes que hacer. Vi "Entre les murs" hace poco. Me parece a medio camino de lo que sea que quiso decir, pero me parece también que refleja con mucha y cierta amargura la desesperación del día a día en un sistema educativo cada vez más improcedente. En los salones de clase hay una lucha constante e incómoda y no un intercambio, que ocurre realmente en los pasillos y en las cafeterías. Las escuelas deberían ser puros pasillos y cafeterías. Un abrazo.

Pepe González Martínez dijo...

Carlos: Cuánta verdad hay en eso que dices respecto a que las escuelas deberían ser puros pasillos y cafeterías. Paulo Freire decía que el proceso de enseñanza-aprendizaje es sobre todo dialógico y debe darse en conversaciones e intercambios de ideas que no siempre ocurren en las aulas y mucho menos a propósito de un temario que indica lo que "debe" enseñarse. La idea es tan vieja como Sócrates, pero parece que seguimos sin aprenderla cabalmente. Te recomiendo mucho el libro "Lecciones de mis maestros", de George Steiner, que reflexiona precisamente sobre este asunto. Está en Siruela, y es una maravilla. Abrazo fuerte.