viernes, diciembre 25, 2015

"Be a mensch!" (The Apartment, Wilder, 1960)


"That's the way it crumbles... cookie wise".
-- C.C. Baxter

Hace algunos años le preguntaron a Carlos Boyero, crítico de cine de El País, qué película elegiría si sólo pudiera quedarse con una. Respondió que ésta. Pasé mucho tiempo sin verla, porque tengo el prejuicio de que las películas hollywoodenses en blanco y negro son todas comedias ligeras pensadas para el lucimiento de personajes como Frank Sinatra y Marilyn Monroe. Craso error. 

El departamento (en español la tradujeron con el muy desfavorecedor título de Piso de soltero) ha sido una verdadera revelación. Está ubicada en tiempos de Navidad y Año Nuevo, esas semanas (estas semanas) en las que las relaciones interpersonales se vuelven tan líquidas (Bauman dixit): abriendo los brazos y lanzando parabienes a diestra y siniestra. Es en esos días en los que C.C. Baxter (Jack Lemmon), empleado de una compañía de seguros en NY, intenta iniciar una relación con Fran Kubelik (Shirley Maclaine), elevadorista del edificio en el que ambos trabajan. El problema es que la Srita. Kubelik está enamorada del jefe de Baxter (Fred MacMurray). Les reconozco que así contada la trama no suena atractiva (al menos a mí no me lo pareció: por eso no había visto la película ni siquiera después de que un gran crítico la recomendara). 

Los ingredientes del gran cine, como casi siempre, están en los detalles. Baxter tiene la misma ambición de todo joven ejecutivo neoyorquino: ascender en la empresa, y cuanto más pronto mejor. Para ello presta su departamento a varios de sus jefes, para que lleven ahí a sus amantes, esperando éstos le favorezcan con un ascenso pronto. Fran, por su parte, lleva varias relaciones fallidas, y la que ha iniciado con un hombre casado no parece ser mejor que las otras.  

Los elementos están puestos para que, magistralmente combinados por Billy Wilder (director y co-guionista), resulte una película de la que Boyero concluyó: "No conozco ninguna película tan romántica, realista, soñadora, triste, mordaz, sensata, cabrona y bonita como esta". Es, en suma, mucho más que una comedia romántica. Es un filme sobre las relaciones de poder: en pareja, en familia, en el trabajo... Sobre la dignidad que tenemos (o no) en esas relaciones y la forma en la que, empeñados en mantener una idea de lo que "debería ser", dejamos pasar la oportunidad de ser más auténticos, más reales... y más felices. 

Se las recomiendo mucho. Muchísimo. (Está en Netflix)

sábado, noviembre 14, 2015

Pese a París; por París...

Me topé con este poema de Benedetti pocos días después de enterarme de Ayotzinapa el año pasado. Me dio fuerza entonces, y sobre todo me dio algo qué decirles a mis alumnos y exalumnos. Hoy lo he vuelto a leer y se me ha hecho un nudo en la garganta por su sencillez y potencia. 

El día a día en este mundo es tremendamente descorazonador. Pese a ello y aunque no niego ni el llanto ni las tinieblas, elijo la sonrisa y prefiero la luz. No es un acto de evasión sino, al contrario, mi forma de enfrentar esta vida atroz. Pese a París y por París. Pese a Ayotzinapa y por Ayotzinapa. Pese al horror y por el horror. Deseo seguir plantando cara al Mal, inventar la paz así sea a ponchazos y tender manos que ayudan, abrir puertas...

Ser y estar. Aquí y ahora. Lo decido, sí, todavía.

Va el poema:
 
¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
les queda respirar / abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
inventar paz así sea a ponchazos
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte
esa loca de atar y desatar

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
también les queda discutir con dios
tanto si existe como si no existe
tender manos que ayudan / abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno /
sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines de pasado
y los sabios granujas del presente.

domingo, noviembre 08, 2015

CDI 2015: What's the Point (balance final)


Hace algunos años CNN se refirió a los festivales de ideas como "Viagra intelectual", en el sentido de que pretenden ser un estímulo fuerte y provocador para reflexionar y crear. Específicamente sobre la Ciudad de las Ideas, hace poco que alguien la llamaba "el Lollapalooza de los intelectuales"; otro la comparó con el Festival Cervantino, pero de ideas. Y, sí, pienso que CDI es equivalente a un Vive Latino, presentando conferencistas brillantes en vez de bandas de rock. El formato es sencillo en apariencia: tres días de conferencias de 14 minutos cada una; cada ponente debe presentar una idea brillante sobre temas que van de la conservación de los murciélagos hasta las investigaciones que se llevan a cabo en el CERN pasando por la actuación de una bailarina china...


En este sentido CDI tiene la tarea muy bien hecha. El curador del festival, Andrés Roemer, es un tipo con una cultura vastísima, tiene un equipo inteligente y creativo y recursos sobrados para montar un festival de altos vuelos: lo apoyan, además de su propia empresa, Grupo Salinas, CONACULTA, CONACYT, el gobierno de Puebla y Comex, por mencionar sólo a los principales patrocinadores del evento. A mí me recuerda torneos de tenis y la F1: hay muchos stands con actividades lúdicas, librería, café gratis (Punta del Cielo), papas de regalo (PepsiCo), un staff muy atento, y una buena parte del público que va en plan voy a ver y que me vean. No conozco otros festivales de este tipo, pero me imagino que son un poco más formales. En CDI hay una ligereza que se agradece (pues son tres días muy intensos).

Este es el cuarto año que asisto y puedo decirles que en todos he quedado satisfecho. Obviamente siempre hay dos o tres conferencias que no cumplen las expectativas (este año la de Peter Singer, o la de Pussy Riot), pero en general la calidad de los contenidos es muy alta. A mí me ha servido mucho como una fuente de la que abrevo para informarme sobre temas que me interesan, descubrir autores y estar razonablemente al tanto de lo que se hace en disciplinas que conozco poco. Representa para mí un plus importante al llevarse a cabo en Puebla, una ciudad hermosa y cálida, que puedo disfrutar cada año un poco más. 

Si tuviera que mencionar un aspecto criticable sería el cambio de sede. Este año CDI se realizó en el remodelado Auditorio Metropolitano en vez de en el Centro Cultural de la BUAP. Hubo más gente, y se notó. Esto tiene que ver quizá más con mi tendencia a la misantropía, pero me ha incomodado mucho tener que lidiar con más personas para cualquier cosa (comer, comprar algo, ir al baño, curiosear en la librería, etc.). Hilando un poco más fino diré que el espacio entre butacas es más reducido que en el Centro Cultural de la BUAP: se ganaron boletos qué vender, pero se perdió comodidad. Y creo que esto es y debe ser reversible: no veo que CDI sea un negocio: pienso que es más bien parte de la estrategia de imagen de las súpermarcas que la patrocinan. De ser así, considero que es mejor quedarse con tres mil ideastas cómodos que con cinco mil que deben levantarse de su asiento cada vez que alguien quiere salir a tomar café (o a fotografiarse en el lobby). En otros festivales asiste mucha menos gente, que paga mucho más dinero pero goza de un networking que en La Ciudad de las Ideas es básicamente una vacilada. 

En fin. Espero en uno o dos años dar el salto a otros festivales de ideas. Por lo pronto me siento satisfecho y orgulloso de que el mejor de América Latina y uno de los mejores del mundo (según la revista Wired UK) se lleve a cabo en mi país. ¡Y desde luego que ya estoy anotado para CDI 2016!

sábado, noviembre 07, 2015

CDI 2015: What's the Point? (día 3)

Creo que no me equivoco al considerar el debate de hoy, último día de La Ciudad de las Ideas, el mejor que he visto en cuatro años de asistir a este festival. 

El tema fue la legalización de las drogas (no sólo la marihuana). Entre los panelistas se encontraban a favor tres expresidentes (de México, Vicente Fox; de Colombia, César Gaviria y de Suiza, Ruth Dreifuss) y un empresario (Ricardo Salinas Pliego). En contra los académicos Kevin Sabet (Universidad de Florida) y Mark Kleiman (UCLA); Viridiana Ríos (directora del colectivo México, ¿cómo vamos?) y Antonio Mazzitelli, representante en México de la Oficina contra las Drogas y el Delito de la ONU (UNODC). 

Muy pronto se llegó al acuerdo de que el verdadero tema no es si legalizar o no las drogas (hubo consenso en el sentido de que ése parece ser un hecho inevitable) sino en cómo hay que hacerlo. Sabet desarrolló un argumento brillante respecto a que cuando drogas como la marihuana y la cocaína sean legalizadas, se consolidará una industria muy poderosa, similar a los "carteles" del alcohol y el tabaco que invierten miles de millones de dólares al año para cabildear en todo el planeta leyes e impuestos que los beneficien (o no los perjudiquen tanto). Viridiana Ríos resaltó que la legalización de las drogas no necesariamente implica la disminución de la violencia en países como el nuestro, pues ésta tiene otras causas que hay que atender (como la falta de movilidad social que arroja a los pobres más jóvenes a manos de los narcotraficantes). 

Por el otro lado, el expresidente Gaviria se mostró muy vehemente en su argumento de exigir a los EU el fin de la guerra contra las drogas y Salinas Pliego se mostró absurdamente reduccionista al pronunciarse por regalar las drogas (para no fomentar la industria arriba citada) y tratar a los enfermos con dinero público. Vicente Fox fue bien recibido, pero hacia la mitad del encuentro fue abucheado cuando afirmó que "no era tan fácil" plantar cara a un presidente estadounidense para exigir acabar la guerra contra las drogas.

Fue un debate muy bien llevado por Andrés Roemer, inteligente y agudo en sus cuestionamientos a los dos lados, y que puso de manifiesto la necesidad de este tipo de actividades en la vida pública. A mí me queda cada vez más claro que es indispensable enseñar a debatir desde temprana edad: presentar y desarrollar argumentos, refutarlos, escuchar al otro, respetar la diversidad y, sobre todo, llegar a acuerdos se logra sólo con personas que entienden que el concepto de inteligencia incluye reconocer que no se tiene la razón absoluta y que las mejores decisiones se toman cuando se incluyen elementos de nuestros oponentes.

Por cuestiones de tiempo y espacio no puedo desarrollar a fondo todos los argumentos presentados en este debate, pero sé que pronto se transmitirá por TV: les invito a que le den seguimiento y lo vean, pues vale mucho la pena independientemente de la posición que hayan tomado respecto a este tema.

No quiero dejar de mencionar el maravilloso el cierre musical a cargo de Angélique Kidjo. Aquí una actuación suya en el Festival de Jazz de Montréal hace algunos años, acompañada del gran Carlos Santana:


Ha sido una gran Ciudad de las Ideas. Prometo hacer un balance general de ella mañana. Por ahora me despido para aprovechar mi última noche en esta hermosa ciudad. 
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Cajón de sastre: Notable la conferencia sobre liderazgo que ya casi al final del día presentó Ronald Heifetz: hay que seguirle la pista a este profesor de Harvard. // Confirmé la principal ventaja de Uber respecto a los taxis: su transparente regulación de precios: del hotel a la sede del evento Uber me ha cobrado aproximadamente 80 pesos. Hoy tomé un taxi de regreso y me cobró 150. Un timo que el chofer justificó malcarado diciendo que "cada quien tiene sus tarifas". 

viernes, noviembre 06, 2015

CDI 2015: What's the Point? (día 2)

Excelente segunda jornada de La Ciudad de las Ideas 2015. Pienso incluso que ha sido una de las más redondas que he visto en los cuatro años que llevo viniendo. 

En el primer bloque (Mex-I-Can, dedicado a mexicanos exitosos en el extranjero) Alejandro Madrigal arrancó la ovación del público al declarar que la universidad que más lo ha influenciado es la UNAM (y miren que lo dice alguien que ha tenido la oportunidad de estudiar en Harvard y en Oxford). Presentó su trabajo como especialista en trasplantes de médula ósea. Impresionante ejemplo de tenacidad y talento. Pueden leer aquí una entrevista que Juan Cruz le hizo para El País. En el mismo bloque Lorena Ochoa, ex número uno de la PGA, dio una conferencia en la que resaltó la importancia de tomar decisiones importantes cotidianamente. Hasta ahora Lorena me había parecido sosa, pero hoy conectó con el público y emitió un mensaje claro y valioso. Continuó Rodrigo Medellín, líder mundial en la conservación de murciélagos, actividad indispensable para la conservación de la industria tequilera del país. Más sobre esto en el siguiente video:
  


Casi para cerrar la jornada subió al escenario Sugata Mitra, famoso por su experimento Hole in the Wall, que lo llevó a desarrollar la metodología de la educación mínimamente invasiva. Desde hace muchos años Mitra incluye la tecnología en sus procesos educativos, y lo hace con gran éxito, indistintamente si ello ocurre en la India o en Gran Bretaña. Hay mucho que aprenderle a este innovador de la educación. Pueden ver sus conceptos generales en la siguiente charla TED:




Terminamos la jornada con Esther Perel, psicoterapeuta belga especializada en relaciones de pareja. Dio una charla muy inteligente y reveladora sobre las razones de la infidelidad y las implicaciones que ésta tiene en nuestros tiempos (ahora es más fácil engañar y más difícil guardar un secreto). Muy muy muy interesante para aquellos(as) en una relación. Créanme: les hará pensar mucho. Pueden ver los conceptos generales de lo que dijo hoy en la conferencia que impartió en Vancouver (también para TED). 

Mañana, día del cierre habrá un debate sobre la legalización de la marihuana en el que participarán César Gaviria (ex presidente colombiano) y Vicente Fox: será interesante ver cómo lo recibe el público. 

Como apunte gastronómico les comento que esta noche cené en el Italy Lounge que está en el zócalo. La fachada descuidada y las sillas de plástico son engañosas: sirven unas pizzas exquisitas. Me las recomendó Maruma Godoy, ¡y vaya si tuvo razón!

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Cajón de sastre: Hoy se anunció que la Ciudad de México será capital mundial del diseño en 2018. La Ciudad de las Ideas y Grupo Salinas estarán involucrados // Se anunció la asistencia el próximo año del Duque de York, quien impulsará en CDI un proyecto de jóvenes emprendedores ligado a su propio Pitch@Palace // Esperaba más de Pussy Riot (sólo asistió una de ellas, leyó un mensaje y organizó un "performance" bastante soso y de Peter Singer: presentó un concepto muy interesante de altruismo eficaz, pero sus formas fueron patosas y muy poco persuasivas. 

jueves, noviembre 05, 2015

CDI 2015: What's the Point? (día 1)



La Ciudad de las Ideas ha crecido. En esta octava edición del festival cambió de sede: del Centro Cultural Universitario de la BUAP, donde cabían 3100 personas, a un reinaugurado Auditorio Metropolitano, donde se ofrecen 5500 localidades. Aún no me queda claro que el cambio haya sido para bien. Obviamente hay más gente, lo cual ha hecho la logística más compleja y no creo que más exitosa: el vestíbulo del auditorio parece haber resultado pequeño y es sumamente incómodo moverse en los recesos para buscar alguno de los refrigerios que ofrecen los patrocinadores. 

Respecto a los contenidos del festival en este primer día tengo opiniones divididas. La inauguración fue un poco floja: estuvo a cargo de Escala, un cuarteto de cuerdas eléctricas del que estoy casi seguro que hizo playback. Siguieron algunas conferencias buenas, aunque ninguna apasionante. José Miguel Sokoloff presentó el uso de estrategias publicitarias en la campaña de desmovilización de las FARC en Colombia; Gad Saad se refirió con mucha gracia a sus estudios sobre psicología evolutiva; Kip Thorne explicó la ciencia detrás de Interstellar, el taquillazo de los hermanos Nolan, y Lawrence Krauss desarrolló una idea sobre magnetismo y electricidad de la que desprendió la conclusión de que el Universo no tiene un propósito definido. El director del festival, Andrés Roemer, presentó a Antonio Damasio como uno de los ponentes estelares del evento, pero éste se limitó a desgranar  —apoyado en un atril— algunas generalidades sobre la felicidad. 

La participación de Shlomo entusiasmó mucho al público. Sobre todo a los más jóvenes. A mí, que no conocía el beatboxing, me pareció divertido, pero no mucho más. Les dejo una muestra de este artista:

 

La jornada mejoró mucho después de la comida, en el segmento Wunder18, curado por Alejandro Roemer. Lo abrió Daniela Liebman, jovencísima pianista mexicana que llamó la atención hace un par de años al tocar con la Orquesta de Cámara de Bellas Artes con sólo 11 años de edad. Ahora, a los trece, llegó a Puebla después de dos conciertos con la Filarmónica de Jalisco. Trisha Prabhu (17 años) presentó ReThink, un software que desarrolló para proteger a sus compañeros del bullying cibernético; Ryan Hreljac (24 años) habló sobre un proyecto que inició en la primaria (Ryan's Well) y que hasta el momento ha llevado agua potable a más de medio millón de personas. Mario Rojas y Rebeca Rueda, jóvenes cantantes de ópera, mostraron un talento notable. 

El día terminó con la conferencia de Patch Adams, quien recitó de memoria un poema erróneamente atribuido a Neruda, desarrolló algunas ideas interesantes y concluyó invitando al público a subir al escenario y bailar "Johnny B. Goode".

Yo personalmente cerré con broche de oro cenando tacos árabes en Tacos Tony, restaurante que me recomendó el chofer de Uber que me trajo al hotel. Hasta hoy no sabía que este platillo era típico de la gastronomía poblana. Craso error el mío, pero ya enmendado. 

Mañana pinta prometedor. Estarán sobre el escenario Isaac Hernández, primer bailarín del Ballet Nacional de Holanda; Sugata Mitra (famosérrimo profesor indio que desarrolló el método de la educación mínimamente invasiva) y Pussy Riot, el colectivo ruso que hace unos años protestó contra Vladimir Putin en la Catedral de Cristo Salvador en Moscú.  

viernes, septiembre 11, 2015

Lo terrenal y lo divino: Arte islámico de los siglos VII al XIX


En estos días leo y comento con uno de mis grupos la extraordinaria novela Me llamo Rojo, de Orhan Pamuk. Hace unas semanas me enteré de esta exposición y la adopté como complemento al contexto del arte islámico. La visité la semana pasada y pienso que vale mucho la pena. Es breve y un poco limitada, pero ofrece una perspectiva muy rica del tema. 

Además siempre es un gusto (gustazo) tener pretexto para caminar por el Centro y comer ahí. Les recomiendo ir con tiempo suficiente y un poco de paciencia: el domingo en cuestión llegamos a San Ildefonso hacia la 1 PM el domingo e hicimos fila durante más de una hora (sólo entran grupos de entre 25 y 30 personas; la visita es guiada). 

Pueden encontrar información detallada en el micrositio de la exposición, a la que quedan sólo tres semanas más en México.  

miércoles, septiembre 09, 2015

“Narcos”, inesperadamente buena

Por Emilio Lebrija


La historia nos ha brindado de vez en cuando, un par de veces al siglo a lo mucho, a personas que rompen con estándares establecidos. Siempre que instauramos un límite, un récord, un máximo, llega un talentoso o un suertudo que lo rompe, y eso es lo que nos hace humanos, lo que nos hace más que solo animales: esas ganas de superarnos.
Superarnos no necesariamente implica algo bueno, pues hay millares de ejemplos de quienes recurren a la falta y al crimen, atropellando la justicia con tal de ser más, no obstante, ser bueno haciendo algo malo tampoco es fácil, mucho menos ser el mejor. No hay mejor ejemplo que Pablo Escobar. De chalán a patrón, de pobre a rico, de don nadie a capo.
Hacer una película de Escobar me parecía algo bastante complicado y un reto engorroso, así que cuando escuché de la grabación de una serie no esperaba mucho, su éxito me parecía algo improbable, absurdo e inverosímil…
Insospechada,  y para algunos de la nada, llegó la serie Narcos a Netflix, con promesas de ser una de esas que nos dejan con ganas de más. A diferencia de otras grandes como House of Cards, Breaking Bad y hasta Prison Break, Narcos es una historia verdadera, una historia nuestra, una historia latina.
La serie consta de 10 capítulos y trata de la vida y trabajo de Pablo Emilio Escobar Gaviria, máximo jefe del cártel de Medellín y pionero de la exportación de cocaína a Miami.
Chris Brancato, creador y escritor de la serie, junto con los directores de la misma, crean una atmósfera impresionantemente real; la combinación de lo visual, la música, los diálogos y las extraordinarias actuaciones hacen que uno como espectador se sienta en Colombia.
Las actuaciones son espectaculares, especialmente la de Wagner Moura (Pablo Escobar), el cual parece haber nacido para el papel, interpretando de manera exquisita a Pablo: desde la forma de mover el bigote hasta la manera de caminar, es claro que Moura estudió su papel exhaustivamente.
La serie cuenta con detalles que me parecen realmente deliciosos (y miren que se los dice alguien que por lo general es muy crítico de series como esta), como el hecho de que el narrador sea también un personaje vital para la serie: Steve Murphy, (interpretado por Boyd Holbrook) el cual trabaja para la DEA y por consiguiente habla desde un punto de vista muy “gringo”.
Los directores crean algo muy placentero para la vista; tienen la genialidad de darle vida al entorno con tomas muy complejas. Por ejemplo cuando los agentes de la DEA persiguen a unos sicarios de Escobar: la toma empieza fija en el piso, va subiendo y avanzando por los techos de algún pueblo colombiano, dejándonos ver el ambiente y a la gente aunque aparentemente no estén implicados en la historia. La escena acaba con una toma panorámica que deja ver a los dos agentes en lugares distintos, es realmente impactante. Sin embargo, Narcos no es apta para todas las sensibilidades… Una historia como la de Pablo Escobar no puede ser contada con restricciones. Ni Brancato ni los directores se andan a medias; no se reservan nada, muestran gráficamente tortura, muerte y sexo, pero misteriosamente con todo muy bien acomodado, con una inesperada sutileza.
Narcos no es abrasiva, no es de esas series que a huevo te quieren hacer pensar en algo o simpatizar con alguien. No, Narcos, con todo y que se trate del cabrón de Escobar, cuenta la historia desde muchos puntos de vista: el colombiano de la mano del presidente Cesar Gaviria; el gringo a través de Steve Murphy, la DEA y la CIA y el narco, mediante Escobar, su familia y sus seguidores.
La serie está acompañada de tomas reales de Escobar y es tan apegada a la historia que por momentos crea la sensación de ser un documental, no una serie. No podría estar mejor asesorada históricamente: los acontecimientos coinciden perfectamente con lo que en verdad pasó, al igual que los nombres, los apodos y los lugares.
Pocas veces me he clavado tanto con una serie. El hecho de que esté basada en acontecimientos reales la hace aun más rica y compleja. Narcos es un trabajo asombroso, llevándonos de la mano de Escobar por su vida en tan solo 10 capítulos, sin eludir eventos importantes. Espero ansiosamente la siguiente temporada como un fresco “fan” de Brancato, de Moura, y de su estupendo trabajo.

sábado, agosto 29, 2015

Crítica a "Club de Cuervos" (o de cómo Javi Noble derivó en esperpento)


Recibí con entusiasmo la llegada de Club de Cuervos porque hace un par de años consideré Nosotros los Nobles una comedia fresca y bien resuelta. Pensé que Gaz Alazraki, director de los Nobles y ahora productor de los Cuervos, representaba el estilo desenfadado de una nueva generación capaz de dar la vuelta a los estereotipos para construir un discurso distinto al de nuestros padres y abuelos (aunque ciertamente no logró ese objetivo en los Nobles y desde luego no lo hace en los Cuervos). En fin. Que le tenía fe a la primera serie mexicana producida para Netflix. 

La decepción fue grande desde los primeros capítulos, en los que se ensalza grotescamente el personaje de Chava Iglesias (el Javi Noble de Luis Gerardo Méndez, reloaded), un mirrey que hereda el equipo de fútbol de su padre y decide convertirlo (cómo no) en el Real Madrid de América Latina. Para ello contrata a un súper futbolista extranjero, que resulta un éxito mediático pero un desastre en el equipo debido a su megalomanía y sus devaneos sexuales. A su favor Chava tiene a su asistente personal (un siempre humillado personaje de nombre "Hugo Sánchez") y a la amante de su padre fallecido. En contra tiene a todos los demás: sobre todo a su hermana Isabel (Mariana Treviño, excelente) y a su en algún momento incondicional director deportivo, Félix (Daniel Giménez Cacho, en buen nivel). 

El problema reside en que Alazraki no atina a definir el género en el que se inscribe Club de Cuervos: intenta ser comedia al principio (los primeros capítulos ya mencionados) pero hacia la segunda parte da un giro dramático muy fuerte (en el octavo episodio la pelea entre Chava e Isabel es de un patetismo notable) y termina en un tono anticlimático que no resulta ni gracioso, ni triste, ni —y esto es lo peor para un producto de esta naturaleza— con un conflicto por resolver (que nos haría esperar una segunda temporada).

Club de cuervos es, en suma, el experimento fallido de un equipo de creativos que erró al no definir su producto: intentó abarcar tantos registros (la comedia, el drama, la farsa) y tantos temas (el poder, el fútbol, los prejuicios sociales) que se quedó corto en todos, resultando una serie muy dispareja, con algunas líneas ocurrentes y varias buenas actuaciones que sin embargo no la salvan de ser el petardazo de este verano. 

Para leer más:
Crítica de Ivonne Lara en Hipertextual (a favor).
Crítica de René Franco en Milenio (en contra). 

jueves, julio 16, 2015

La política todavía importa



Podría pensarse que el México actual no representa ni el mejor lugar ni el mejor momento para recomendar un libro que lleve el título de Política. Según datos de un estudio realizado en agosto del año pasado por la Cámara de Diputados, el 75% de los mexicanos confiamos poco o nada en los partidos políticos. Imagino que a la luz de los acontecimientos recientes ese porcentaje aumentó. 

Y sin embargo aquí esto, recomendándoles un libro sobre esa ciencia a la que la mayoría de nosotros achacamos los males de este mundo (o al menos de este país). 

El autor es David Runciman, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Cambrige y parte de una premisa interesante: ¿Cuál es la diferencia entre vivir en Siria y hacerlo en Dinamarca? Siria, en guerra civil desde hace años, más de cien mil muertos y millones de desplazados; desempleo cercano al 60%. En Dinamarca, el 75% de sus ciudadanos confían en las instituciones públicas, 83.4% se sienten seguros caminando de noche y 89% considera que tiene más experiencias positivas que negativas al terminar el día. 

No es que los daneses sean mejores personas que los sirios. No son intrínsecamente más amables ni más inteligentes (...) A los daneses tampoco les han tocado en suerte más recursos naturales que a los demás. Al contrario: Siria forma parte del creciente fértil que fuera cuna de la civilización; Dinamarca en cambio es un inhóspito enclave nórdico con pocos recursos naturales propios (...) Lo que distingue a Dinamarca de Siria es la política. La política ha contribuido a que Dinamarca sea lo que es. Y también ha contribuido a que Siria sea lo que es. (Runciman, 12)

No piensen que la propuesta de Runciman es simplemente transplantar la política danesa al contexto sirio. Él sabe, y lo deja claro en el libro, que la solución es todo excepto sencilla. Su propuesta es precisamente que, "en los lugares en los que la política resulta más necesaria —ahí donde la necesidad de ayuda es más evidente— son aquellos en los que no suele dar frutos". (Runciman, 128) Es paradójico, pero es justamente donde la política ha fallado donde más se necesita de ella. La tecnología ayuda a paliar algunas de las fallas de los sistemas democráticos, pero no las resuelve de fondo. Y el otro recurso (la violencia) es justamente la razón por la que existe la política: baste recordar aquella idea de Clausewitz de que la política es la continuación de la guerra por otros medios.

Les recomiendo ampliamente este libro. Sobre todo si, como a mí antes de leerlo, la simple idea de toparse con un ensayo político les parece una absurda manera de perder el tiempo. Créanme: encontrarán razones para considerar que la buena política no es sólo importante, sino también urgente. Sobre todo aquí, y ahora. 

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Política, de David Runciman (2014), está editado en español por Turner. Su precio en librerías es de 270 pesos. La edición digital está disponible en 80.33 pesos. 

lunes, julio 13, 2015

De la absurda "Guerra contra las drogas"

Hace unos meses tuve la oportunidad de ver en Puebla esta conferencia de Ethan Nadelmann, fundador y director de la Drug Policy Alliance, dedicada a poner fin a la "Guerra contra las drogas". Sus palabras me parecieron reveladoras en el sentido de que es un estadounidense hablando contra la guerra que se libra en México (presumiblemente debido a la presión del gobierno estadounidense). 

Es un discurso honesto que refuta puntualmente cada uno de los argumentos a favor de una guerra que cada vez se muestra más absurda y, por la misma razón, perversa. Ahora, con la segunda fuga de El Chapo entre los asuntos públicos, pienso que vale la pena poner el verdadero debate sobre la mesa. 

domingo, julio 12, 2015

Cada alumno toca su instrumento...



Cada alumno toca su instrumento, no vale la pena ir contra eso. Lo delicado es conocer bien a nuestros músicos y encontrar la armonía. Una buena clase no es un regimiento marcando el paso, es una orquesta que trabaja la misma sinfonía. Y si has heredado el pequeño triángulo que sólo sabe hacer ting ting, o el birimbao que sólo hace bloing bloing, todo estriba en que lo hagan en el momento adecuado, lo mejor posible, que se conviertan en un triángulo excelente, un birimbao irreprochable, y que estén orgullosos de la calidad que su contribución confiere al conjunto. Puesto que el gusto por la armonía les hace progresar a todos, el del triángulo acabará también sabiendo música, tal vez no con tanta brillantez como el primer violín, pero conocerá la misma música.
Hizo una mueca fatalista:
—El problema es que queremos hacerles creer en un mundo donde sólo cuentan los primeros violines. 
Una pausa:
—Y que algunos colegas se creen unos Karajan que no soportan dirigir el orfeón municipal. Todos sueñan con la Filarmónica de Berlín, lo que es comprensible... 

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Del libro Mal de escuela, de Daniel Pennac (DeBolsillo, 2010)

viernes, mayo 22, 2015

Vine, vi y voté



Por Laura Pezina Cázares

Imagina que estás en una carrera, y es vital para tu familia que ganes. Ya cerca del final te das cuenta de que otros han tomado la delantera porque tienen apoyo adicional (qué se yo: instrumentos, patrocinios, mejores condiciones en la pista) y de pronto uno de esos competidores voltea y te ofrece que corran juntos porque tiene mejor posición (o, metafóricamente, mejor condición física)... Sabes que llegar a la meta es vital para tu familia. ¿Qué harías? ¿Te arriesgabas con ése que quiere que te unas a él para ganarle a los demás? ¿O te quedarías solo a echarle todas las ganas?

Si se tratara de mi gente, seguro yo tomaba la decisión de unir fuerzas. Que es cuestionable quién me echa la mano o con quién alcanzo a hacer equipo, es cuestionable. Que es una opción para hacer lo que pueda por mi gente, lo es, y la tomo. 

Algunos alumnos (o ex-alumnos) podrán votar por primera vez el 7 de junio, y de pronto se escuchan apáticos o desesperanzados. Quiero decirles que votar por convicción puede dar la sorpresa. Votar por quien quieres, sin importar las tendencias o lo que dicen los medios (de comunicación o en nuestros círculos) es lo más gratificante que puede haber.

La primera elección en la que ejercí mi voto fue cuando Natividad contendía por el PRI y Canales por el PAN... Y aunque muchos me decían que siempre era lo mismo (me tocó la derrota de Canales allá en los '80), que el voto no funcionaba, que el PRI siempre ganaba, voté por convicción: el resultado fue, aunque suene romántico, esperanzador. Creí en el poder del voto.

No sé quién vaya a ganar, ni por quién vayan a votar. Sólo, por favor, voten. Que si alguien queda en el poder que sea porque genuinamente votaron (votamos) por él (si ese voto fue comprado, condicionado o coercionado, está más allá de nuestras posibilidades de resolución). Y será una manera de demostrar que el voto cuenta, y será misión de todos que cada vez seamos más los informados y preocupados por quiénes nos gobiernan. Que nos quede claro que ya no debe ser cosa de partidos, es cosa de las competencias que el candidato debe tener para gobernar, y de lo que su gabinete es capaz de hacer.

Si revisan las páginas de los candidatos a gobernador, ninguno tiene un plan de trabajo qué ofrecernos. Sólo frases y lugares comunes, videos bien planeados: tanto, que a veces llegan a la manipulación. ¿Entonces votaremos por simpatía o antipatía? Si no tienen planes concretos, vayámonos las evidencias y las competencias; revisemos los currículos, logros, pros y contras. ¿Cómo se han desenvuelto bajo presión cada uno de los candidatos? ¿Qué resultados dieron a los municipios que han gobernado? ¿Qué gente traen con ellos?

Por amor a Nuevo León, voten. No anulen, e inviten a votar. Que por cada foto que un pulgar con tinta indeleble contemos un voto pensado y un ciudadano que propició el voto entre sus familiares y amigos.

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La autora es Directora de Español de la Prepa Tec Valle Alto en Monterrey y Coordinadora de Literatura del Bachillerato Internacional en el mismo plantel. 

domingo, mayo 17, 2015

El efecto Mozart (según Amazon)



Hay algo atractivo en el programa Mozart in the Jungle. Para empezar, claro, el título que lleva el nombre de un músico genial situado en un contexto completamente antimozartiano. Pero también que trata de una producción de Amazon Studios, muy agresivo en su modelo de negocios, y cuya audacia creativa debía ser un buen augurio. Asimismo, están los productores ejecutivos de la serie: Roman Coppola y Jason Schwartzman (el primero hijo de Francis Ford Coppola, productor y escritor de la estrambótica Viaje a Darjeeling; el segundo, sobrino de Coppola —Francis Ford— también conocido como el Luis XVI de Marie Antoinette, dirigida por Sofia Coppola, hija de...). Concluyamos este rosario de cualidades mencionando que en el elenco se encuentran dos actores talentosos: Gael García Bernal y Malcolm McDowell y una actriz que yo no conocía pero resultó muy convincente y guapa (Lola Kirke). 

La pregunta importante: ¿Vale la pena verla? Pienso que sí, pero que el producto final queda por debajo de las expectativas planteadas. La trama gira en torno a una joven oboísta (Kirke) intentando entrar a la Filarmónica de Nueva York. Sus desavenencias nos permiten satisfacer la curiosidad morbosa de lo que ocurre tras bambalinas en una institución tan prestigiada como la New York Philharmonic. Y, por lo que cuenta Blair Tindall (autora del libro que dio origen a la serie), la vida íntima de una gran orquesta es bastante, digamos, poco glamorosa. Salarios bajos, un sindicato incómodo, competencia feroz (y no siempre honesta), juegos de poder, politiquería... en fin, mucho sexo, mucha droga y mucho rock n' roll entre estos excelsos músicos. Hasta ahí, todo bien. Divertido e ilustrador. 

La trama empieza a torcerse (demasiado pronto) cuando entra en escena Rodrigo, el nuevo y joven director de la orquesta (Gael García), que sucede al viejo y exitoso Thomas (Malcolm McDowell). He leído que el personaje de Rodrigo es una parodia de Gustavo Dudamel, el prodigio venezolano de la dirección musical (actual director de la Filarmónica de Los Angeles). Y, aunque al principio su presencia resulta refrescante, conforme el personaje se desarrolla, se convierte en un pastiche cultural extraño y, al menos para mí, enfadoso: en aras de representar tooodo lo latino, los guionistas hacen que Rodrigo hable español con acento indiscernible, beba mate y maldiga diciendo "¡No mames, wey!". De cliché en cliché hasta que lo encontramos cantando rancheras en un restaurancito mexicano del Bajo Manhattan. 

Así las cosas, Rodrigo debe preparar el concierto inaugural de la orquesta y para ello lo vemos enzarzarse en un proceso creativo que incluye jogging en Central Park, una visita a la biblioteca (donde alucina charlar con Mozart), una experiencia psico-mística con un pianista, y sobre todo un conflicto emocional fortísimo con su ex-esposa Ana María (Nora Arnezeder), una violinista prodigiosa, dominatrix performancera que vive mentando madres a su público después de haberles ejecutado un concierto de Brahms. 

Cuando pregunté a Lázaro Azar (crítico musical del Reforma) si había visto la serie me respondió que no, porque le repelía la chairés (sic) de García Bernal: "Su hipsterismo va más allá de mi capacidad de resistencia", me dijo. Estoy de acuerdo, aunque lo que más me molestó de la serie no fue el hipsterismo de Gael sino la incapacidad de sus autores de entregar un producto mejor cuajado: no me cabe duda de que la vida de los músicos tiene muchos aspectos dignos de ser contados. Precisamente por eso un producto que se regodea en el lugar común de la excentricidad solipsista como principal detonante creativo me parece un desperdicio de tiempo y talento. Una joven ejecutante que se integra a una gran orquesta; un nuevo director que busca su identidad creativa; o uno viejo que requiere encontrar sentido a los nuevos tiempos... Todas son historias interesantes e intensas, susceptibles de un desarrollo audaz e inteligente. Pero Mozart in the Jungle las deja en anécdotas que sólo refuerzan los clichés del genio debrayante, del creativo "apasionado", de los artistas cachondos y sus musas marihuanas (y viceversa). Lo que empieza siendo un retrato realista sobre el mundo de la música, deriva en un hatajo de estereotipos ramplones. Una lástima. 

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Amazon Studios confirmó ya una segunda temporada de Mozart in the Jungle para 2016. La primera puede verse en México a través de Clarovideo.  

domingo, mayo 03, 2015

Leer a Galeano, leer a Grass


Por Alicia Barrientos MacGregor

Entrar a la universidad significó muchos cambios, más de los que yo creía. Venía de un contexto tradicional, pequeñoburgués, dirían los marxistas. No tenía idea de que en el Cono Sur se libraba una guerra sucia, donde los jóvenes desaparecían de un día para otro y se desintegraban las familias. Esas circunstancias, que ignoraba,  vinieron a marcarme desde el primer semestre de la carrera. Profesores exiliados de sus países sudamericanos me hicieron comprender que el mundo no era tan color de rosa. Recuerdo especialmente a Óscar Zapata de Teoría pedagógica y a Hugo Gramajo de Seminario de Teatro, los dos argentinos, así como a Enrique Fierro de Literatura Latinoamericana, uruguayo bastante soberbio por su amistad con Paz (sí, con Octavio) que no me enseñó mucho. Fue Óscar Zapata quien nos dejó leer Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. Le urgía que nos concientizáramos para tener una perspectiva crítica y revolucionaria. La mayoría de mis profesores fueron de izquierda, algunos bastante marxistas, pero lo que siempre agradeceré de ellos fue su rigor metodológico, la enorme cantidad de lecturas que me obligaron a leer y la disciplina de dudar de todo aquello que no estuviera bien fundamentado. No he leído mucho más de ese tipo de lecturas, pero debo aceptar que me marcaron y que fueron muy formativas en ese momento.

Mi madre, que leía de todo a pesar de tener una formación inconclusa de química farmacobióloga, me dio a conocer a Günter Grass. Ella venía de una familia de ocho hermanos, donde por lo menos cinco eran lectores voraces. Los abuelos también lo fueron. En la casa de mis padres siempre hubo libros, más que juguetes. Supongo que el gusto de mi madre por Grass vino por la referencia a la II Guerra Mundial y la convivencia en la escuela con judíos askenazi, sobre todo polacos. Uno de mis tíos coleccionó todos los periódicos que hablaban de la guerra, hasta que que un día la abuela no pudo más y se los tiró. Pero no sólo el referente histórico fue importante, sino también el humor, el terrible humor de Grass, negro, ácido; la pérdida de la inocencia para convertirse en algo burlón, transgresor. Hay partes en las novelas de Grass que son políticamente incorrectas en extremo, por lo cual ha causado más de una polémica. Es el encontrar los sabores fuertes de una Europa no edulcorada por Estados Unidos, donde todo pretende ser light, suave, anodino, insípido. Aunque a veces se llegue a "degustar" un caldo de inmundicias como tuvo que hacerlo el increíble Oskar Matzerath, la literatura de Grass no es para gustos delicados, pero lleva a profundizar en el carácter más hondo del ser humano.
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La autora es licenciada en Lengua y Literatura Españolas por la UNAM, profesora de Literatura y coordinadora académica del programa del Bachillerato Internacional en la Prepa del Tec de Monterrey Campus Estado de México.

lunes, abril 13, 2015

Contra la tarea

El siguiente texto fue escrito por Alfonso González Balanza, profesor español de Secundaria. Se refiere, básicamente, a la educación Primaria, pero considero que sus ideas son valiosas también para el Bachillerato. Aquí está la fuente donde encontré el texto.
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La inmensa mayoría de los maestros (mis compañeros de profesión) considera que los deberes son absolutamente necesarios. Muchos estarían dispuestos a discutir sobre la cantidad adecuada, pero que hay que mandar deberes no se lo cuestionan; es algo tan evidente como que  en invierno hace frío y que en verano hace calor. Digamos que es el orden natural de las cosas. Los maestros deben mandar deberes y los niños deben hacen deberes por la misma razón que la Tierra da vueltas alrededor del Sol y las plantas florecen en primavera: porque así ha sido siempre y porque así debe ser. La maldición bíblica “ganarás el pan con el sudor de tu frente” está tan arraigada en nuestra cultura que la hacemos extensible a los niños. La vida es dura; en este valle de lágrimas no estamos para disfrutar, sino para sufrir.
A casi cualquier maestro que le preguntes por la conveniencia de mandar deberes a los niños te contestará, igual que se recita un mantra, que los deberes cumplen tres funciones: refuerzan lo aprendido, enseñan responsabilidad y crean un hábito de trabajo. Y de ahí no los vas a sacar. Eso es lo que hicieron con ellos sus maestros, eso es lo que les han enseñado en la escuela de magisterio y eso es lo que harán hasta que se jubilen. No importa que nuestro país, año tras año, esté a la cola de los países avanzados, en cuanto al rendimiento escolar se refiere, a pesar de que nuestros alumnos sean los que más días de clase tiene al año y más horas dedican a los deberes en casa. Da igual que todos los estudios internacionales demuestren que los países en los que menos deberes se mandan (o en los que directamente están prohibidos por ley) sean los que mejores resultados obtienen; da igual que todas las investigaciones serias hayan demostrado que los deberes no sólo no sirven para nada, sino que pueden ser perjudiciales. Para muchos de mis compañeros de profesión tales estudios son una patraña de pedagogos progres que no quieren que a los niños se les transmita  la cultura del esfuerzo.
Frente a esos argumentos repetidos por tantos profesores, mi experiencia me dice que los deberes son inútiles, antipedagógicos, profundamente injustos y, lo que es peor, impiden a los niños realizar otras actividades mucho más importantes. Pero en primer lugar voy a explicar por qué, a mi juicio, tales argumentos son una falacia y un sofisma.
¿Hábito de trabajo? Si dedicar 9 meses al año, 5 días a la semana y 5 horas diarias a la realización de tareas escolares, para un niño de entre 6 y 11 años, no es suficiente para lograr un hábito de trabajo, que alguien me explique qué se necesita para lograr ese hábito. Niños en edad de correr y jugar, están sentados en una silla de madera 5 horas diarias realizando tareas aburridas y repetitivas, mientras exigimos que estén en silencio y concentrados. Cuando los profesores asistimos durante nuestra jornada laboral a una charla de más de una hora, nos retorcemos en nuestros asientos y miramos el reloj con desesperación, a pesar de que somos adultos y se nos supone una mayor capacidad de autocontrol y sacrificio, ¡por no mencionar que nos pagan por ello! Mi hija de 8 años, por ejemplo, dedica al trabajo muchas más horas que yo y que absolutamente todos los profesores que conozco (y conozco muchos).
¿Responsabilidad? Existen muchas formas de enseñar responsabilidad, y no sólo la de cumplir con la obligación de hacer deberes; sin olvidar que no podemos exigir responsabilidad a quien por su edad no es responsable de su tiempo ni de sus circunstancias. La responsabilidad se adquiere progresivamente, y me parece normal empezar a exigirla en la ESO, pero no en Primaria: el tiempo del que disponen los niños por la tarde o los fines de semana no depende de ellos, sino de sus padres.
¿Refuerzan lo aprendido? Un niño de 11 años sólo necesita saber sumar, restar, multiplicar, dividir, escribir (correctamente) y leer (con fluidez), para afrontar con éxito la Secundaria. ¿Eso no se puede aprender en 6 años de trabajo diario en clase? Los niños no refuerzan lo aprendido en clase por la tarde: lo aborrecen. Hasta que no tuve hijos, y estos empezaron a estudiar en Primaria, no me di cuenta de la suerte que tuve de ir a un colegio en el que no se mandaban deberes hasta la 2ª etapa de E.G.B. (de 6º en adelante) y, la verdad, no me ha ido nada mal en mis estudios posteriores.
Y ahora voy a explicar por qué sostengo que son injustos e inútiles: para empezar, los deberes que se mandan son los mismos para todos los niños, independientemente de su capacidad y circunstancias personales. Esto es, por definición, absurdo e injusto: si mi hija, que está en 1º de ESO, no hubiera tenido unos padres profesores (y por lo tanto con estudios y MUCHO tiempo para dedicarle) no habría obtenido los resultados tan buenos que obtuvo en Primaria. Pero a pesar de toda la ayuda que le hemos dado, mi hija ha dedicado cientos de horas a realizar tareas escolares absurdas y repetitivas. Porque la mayoría de las actividades incluidas en los libros de texto se basan en la repetición, en el aprendizaje memorístico al pie de la letra, en copiar mecánicamente y en seguir unas pautas de realización muy concretas, que no dejan margen ninguno a la creatividad, y que logran destruir la curiosidad de los niños. Además, las tareas que mandamos, en muchos casos, no siguen criterio pedagógico alguno: he podido comprobar cómo el número de ejercicios o de trabajos que tenía que hacer mi hija en una asignatura, aun teniendo al mismo profesor, variaba enormemente de un año para otro por el mero hecho de que, al cambiar de editorial, el nuevo libro tenía muchos más o muchos menos ejercicios que el del año anterior. Es decir, que los profesores mandamos todos los ejercicios que vienen en el libro, sin plantearnos cuántos o cuáles son los necesarios: si son diez, diez, y si son veinte, veinte (y, por supuesto, HAY que hacer todos los ejercicios y dar todos los temas del libro). Y este no es un problema del colegio de mis hijos (de cuyos profesores, excelentes profesionales, no tengo, por otra parte, ninguna otra queja), sino que es un problema generalizado de nuestra profesión.
Pues bien, yo confieso que he hecho docenas de ejercicios de Matemáticas a mi hija (si, por ejemplo, le mandaban cinco divisiones, ella hacía una y yo cuatro) le he dictado montones de ejercicios de “Cono”, le he traducido incontables páginas escritas en Inglés, le he ayudado con decenas de ejercicios de Lengua y le he hecho muchos trabajos de diferentes asignaturas (mi mujer, además, le ha ayudado a terminar incontables láminas de dibujo y trabajos manuales). ¡Y no me arrepiento! Lo he hecho para que mi hija tuviera una infancia feliz y durmiera todos los días 10 horas. Gracias a eso, mi hija es una niña sana, además de una gran deportista, le encanta leer y escribir por puro placer, juega  al ajedrez, toca la guitarra y es una niña abierta y sociable que ha jugado cientos de horas en la calle. Y si ahora que está en la ESO puedo asegurar que no le ayudo nada en absoluto y sigue sacando muy buenas notas, ¿eran necesarios todos esos deberes que le mandaron y no hizo? ¿Qué pasa con todos los niños cuyos padres trabajan mañana y tarde y, además, no tiene estudios para poder ayudar a sus hijos? Pues simplemente que este sistema educativo injusto, que coarta la libertad y la creatividad de los niños, los margina irremediablemente y los señala como niños irresponsables y fracasados, a la vez que los hunde con negativos, ceros y castigos, y les mina la autoestima, haciéndoles creer que no sirven para estudiar. Si las circunstancias familiares de cada niño son distintas, todo lo que se mande para casa es, por definición, injusto, y condena al fracaso a miles de niños cuyos padres no tienen tiempo, ni capacidad, para ayudar a sus hijos con los deberes escolares.
Pero además, los deberes son antipedagógicos porque hacen que los niños odien estudiar y aprender. A la mayoría de los niños les encanta ir al colegio, pero no soportan hacer deberes; para los niños estudiar y aprender es un castigo (mis hijos no pueden entender que yo siga estudiando por placer). Eso es lo que hemos conseguido mandando deberes hasta lograr el hastío de los niños.
Y lo peor de todo: los deberes ocupan tanto tiempo que los niños no pueden realizar otras actividades mucho más importantes para su desarrollo físico y psíquico; los profesores hemos logrado que los niños lleven una vida igual de sedentaria que los adultos, con el consiguiente problema, convertido ya en epidemia, de obesidad infantil generalizada.
Y es que los maestros no mandamos una actividad en concreto, un día en concreto, tras una meditada reflexión, por considerarla necesaria para conseguir un determinado objetivo que es imposible lograr con el trabajo de clase, tras plantearnos los pros y los contras y pensar de qué modo podemos lograr que nuestros alumnos se motiven con dicha actividad (en vez de considerarla un castigo), sino que lo hacemos de manera automática; porque sí, porque es lo que se supone que hacen los maestros.
Yo propongo que, siguiendo la lógica de mis compañeros maestros, los equipos directivos de los centros nos manden trabajo durante las vacaciones, para que no perdamos el hábito de trabajo adquirido durante el curso. Y que cuando asistamos a un curso de formación, nos manden deberes para el día siguiente con el fin de afianzar los contenidos del curso.
Muchos compañeros me comentan que son los padres los que exigen que se manden deberes a los niños. ¡Pues claro! Para muchos padres los deberes son la forma de que sus hijos estén ocupados y no les molesten pidiéndoles ir a la plaza a jugar. Muchos padres querrían que los niños estuvieran en el colegio hasta las 8 de la tarde, y, por supuesto que hubiera clase los sábados y que los niños siguieran yendo en julio al colegio. ¿Por qué no les hacemos caso en eso también?
¿Y qué deberían hacer, a mi juicio, los niños después de la jornada escolar? Pues según todos los estudios científicos y pedagógicos, está absolutamente demostrado que los mayores beneficios para el desarrollo neurológico y cognitivo de los niños se obtienen con las siguientes actividades: Deporte, Arte (Música, Dibujo…), Juego (imprescindible para la socialización de los niños y para desarrollar la creatividad), Idiomas y Lectura. El arte, la filosofía, la ciencia, la literatura, la música y todas las actividades más elevadas realizadas por el ser humano, son consecuencia directa del mayor logro conseguido por la humanidad: el tiempo de ocio.
Por lo tanto, los niños deberían pasar más tiempo con sus familias, jugar con otros niños (a ser posible en la calle) y practicar deporte, todos los días; aprender a tocar un instrumento musical, practicar una lengua extranjera y jugar al ajedrez, varios días a la semana. Y, sobre todo: leer, leer, leer, leer, leer… Sólo se debería mandar de deberes, en Primaria, leer todos los días el libro que ellos elijan. Y al día siguiente, en el colegio, hacer una redacción contando lo que han leído. Nada más; el resto de actividades se deberían hacer todas en clase. Si intentamos reducir el número de deberes no cambiaremos nada: todos los maestros están convencidos de que ellos mandan muy pocos deberes; sólo eliminándolos por completo lograremos acabar con esta sin razón.