domingo, mayo 03, 2015

Leer a Galeano, leer a Grass


Por Alicia Barrientos MacGregor

Entrar a la universidad significó muchos cambios, más de los que yo creía. Venía de un contexto tradicional, pequeñoburgués, dirían los marxistas. No tenía idea de que en el Cono Sur se libraba una guerra sucia, donde los jóvenes desaparecían de un día para otro y se desintegraban las familias. Esas circunstancias, que ignoraba,  vinieron a marcarme desde el primer semestre de la carrera. Profesores exiliados de sus países sudamericanos me hicieron comprender que el mundo no era tan color de rosa. Recuerdo especialmente a Óscar Zapata de Teoría pedagógica y a Hugo Gramajo de Seminario de Teatro, los dos argentinos, así como a Enrique Fierro de Literatura Latinoamericana, uruguayo bastante soberbio por su amistad con Paz (sí, con Octavio) que no me enseñó mucho. Fue Óscar Zapata quien nos dejó leer Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. Le urgía que nos concientizáramos para tener una perspectiva crítica y revolucionaria. La mayoría de mis profesores fueron de izquierda, algunos bastante marxistas, pero lo que siempre agradeceré de ellos fue su rigor metodológico, la enorme cantidad de lecturas que me obligaron a leer y la disciplina de dudar de todo aquello que no estuviera bien fundamentado. No he leído mucho más de ese tipo de lecturas, pero debo aceptar que me marcaron y que fueron muy formativas en ese momento.

Mi madre, que leía de todo a pesar de tener una formación inconclusa de química farmacobióloga, me dio a conocer a Günter Grass. Ella venía de una familia de ocho hermanos, donde por lo menos cinco eran lectores voraces. Los abuelos también lo fueron. En la casa de mis padres siempre hubo libros, más que juguetes. Supongo que el gusto de mi madre por Grass vino por la referencia a la II Guerra Mundial y la convivencia en la escuela con judíos askenazi, sobre todo polacos. Uno de mis tíos coleccionó todos los periódicos que hablaban de la guerra, hasta que que un día la abuela no pudo más y se los tiró. Pero no sólo el referente histórico fue importante, sino también el humor, el terrible humor de Grass, negro, ácido; la pérdida de la inocencia para convertirse en algo burlón, transgresor. Hay partes en las novelas de Grass que son políticamente incorrectas en extremo, por lo cual ha causado más de una polémica. Es el encontrar los sabores fuertes de una Europa no edulcorada por Estados Unidos, donde todo pretende ser light, suave, anodino, insípido. Aunque a veces se llegue a "degustar" un caldo de inmundicias como tuvo que hacerlo el increíble Oskar Matzerath, la literatura de Grass no es para gustos delicados, pero lleva a profundizar en el carácter más hondo del ser humano.
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La autora es licenciada en Lengua y Literatura Españolas por la UNAM, profesora de Literatura y coordinadora académica del programa del Bachillerato Internacional en la Prepa del Tec de Monterrey Campus Estado de México.

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